LOS SONIDOS DEL UNIVERSO


"En el espacio nadie puede oír tus gritos". Con este inquietante eslogan se publicitó el clásico del cine de ciencia-ficción Alien. Sus creadores dieron en el clavo: el sonido necesita de un medio material para propagarse, y en el vacío espacial no hay nada a lo que pueda agarrarse. Por este motivo, casi todas las películas del género –excepto 2001: una Odisea del espacio– cometen el error de obsequiarnos con explosiones y potentes rugidos de los motores de hiperpropulsión.
Sin embargo, el silencio no reina en todo el universo. La sonda Huygens, que se lanzó el 14 de enero de 2005 hacia la superficie de Titán (el satélite de Saturno), llevaba un par de diminutos micrófonos. Debido a que tiene una atmósfera densa, continentes y un mar de metano, Titán es un lugar bastante ruidoso.

Los micrófonos de la sonda grabaron el ruido del viento a lo largo de las dos horas y media que duró el descenso. A pesar de la fortísima deceleración a la que se vio sometida (15 veces la de la gravedad terrestre), la Huygens sobrevivió al impacto con el suelo y transmitió datos e imágenes de la superficie durante más de una hora. Así, pudo verse un paisaje anaranjado sembrado de rocas, posiblemente hechas de agua sólida y, cubriéndolo todo, una neblina de etano o metano. El micrófono tenía que registrar el sonido de un trueno alienígena. No hubo suerte.
Ahora, y después de siete años ininterrumpidos de observación por medio de una batería de telescopios con base en tierra, un grupo de investigadores de la agencia espacial estadounidense ha encontrado nuevas evidencias que refuerzan esa idea. En concreto, enormes emisiones de metano que, mezcladas con vapor de agua, se originan de forma estacional en algunas zonas muy concretas de Marte.

En la década de 1960, los telescopios solares revelaron que la superficie del astro está recorrida por ondas acústicas parecidas a las de los terremotos, y estas vibraciones están relacionadas con las reacciones superenergéticas que tienen lugar en el interior de la estrella. Por desgracia, el ser humano no es capaz de oír su borboteo porque no se propaga por el espacio. Y aunque estas ondas se transmitieran, no se podría escuchar nada, pues su frecuencia se encuentra por debajo del umbral del oído. Lo que los científicos hacen es analizar cómo vibra esta campana cósmica.